Friday, 20 September 2013

La Agencia Internacional de la Energía (AIE): Llama a quemar el planeta para enfriarlo

Por: Víctor Wilches
Agropolis Estocolmo
 
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) en el mes de junio de este año, dio a conocer un informe especial que viene acompañado de un pintoresco nombre: “Redibujando el Mapa de la Energía-Clima” (“Redrawing Energy Climate Map”). El informe hace un llamado a los gobiernos para que actúen urgentemente si se quiere mantener vivo el objetivo de los 2oC y sentencia que el 2020 será demasiado tarde si no se ponen en marcha una serie de medidas que la AIE denomina: plan de 4-para-2oC.
 
Este llamado ha despertado cierto grado de interés en diversos sectores, que en cierta forma se puede entender, debido a que la AIE acude a instrumentos tecnológicos como la eficiencia tecnológica y la BECCS (Bio-energía con Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono), para mantener viva supuestamente la meta de los 2oC. Esto nos fuerza a realizar una valoración crítica de los planteamientos presentados en este informe, para evitar que el frenesí de la tecnología enverdecida nos enceguezca y no nos permita ver cómo la economía verde proyecta colársenos por todos los resquicios posibles. Por ello, debemos estar atentos para evitar que la AIE con sus planes logre el efecto de fertilizar nuestras mentes a base de ingentes emisiones de CO2.
 
Existen diferentes prototipos de entusiastas tecno-energéticos que abrazan la creencia de que para salir de la actual crisis energética, se debe estimular el desarrollo de procesos y sistemas tecnológicos orientados a producir energía verde y limpia de forma generalizada y extensiva, de tal manera que puedan sustituir a los hidrocarburos como fuente de energía primaria.
 
A estos entusiastas se les puede agrupar en tres grandes tendencias: 1) los impulsores de la economía verde que se identifican plenamente con las líneas trazadas por la AIE,  cuyo eje central es el camino expedito para las ganancias económicas a la sombra de la “eficiencia tecnológica” sustentable y del capitalismo enverdecido. Igualmente encontramos en este grupo a los negacionistas del cambio climático y del cenit del petróleo. 2) los tecno/ciencia optimistas, aferrados a que la tecnología y la ciencia nos van salvar del colapso medioambiental y energético. Estos esperan la aparición del milagro energético y la herramienta tecnológica, que sean capaces de sustituir los hidrocarburos y de reducir y capturar las emisiones de CO2. Y, 3) aquellos grupos de expertos, partidos políticos liberales, conservadores, socialdemócratas, e incluso algún sector de la izquierda, y gobiernos, que creen en el desarrollo y en el progreso tecnológico como la salida a las crisis ecológica, social, económica y ética de hoy. Establecen que se deben poner en marcha programas económicos basados en energía limpia y sustentable, para recuperarnos de la crisis y comenzar nuevamente el camino del crecimiento económico. Incluso habrá los que perciban un futuro redentor de “energía limpiapara la humanidad en la conferencia “Observaciones sobre el Cambio Climático”, de Barack Obama en junio pasado.
 
A estos entusiastas los identifica el sello común de no hacer referencia alguna, ni dilucidar qué es y qué intereses de poder representa la AEI. Igualmente, no comentan, ni hacen claridad sobre las consecuencias catastróficas para las todas las especies y la vida en el planeta si apostamos por el escenario de las 450 ppm de la AIE, apuntalado con la eficiencia tecnológica y la BECCS.
 
Esta situación induce a realizar un análisis crítico del informe de la AIE, partiendo de la certeza incuestionable ─como lo asevera la gran mayoría de expertos de la comunidad científica─ no es que en el 2020 resulte demasiado tarde para tomar decisiones, es que hoy, ya es tarde para hacerle frente al colapso climático en el que cabalgamos.
 
En cierto modo es entendible que el llamado de la AIE a los gobiernos a mantener viva la meta de los 2oC, despierte esperanzas, incluso bajo las pautas del escenario de las 450 ppm. Pero a pesar del “llamado urgente”, la AIE no va tan lejos como para atreverse a confesar que el paciente/escenario de los 2oC está muerto. Para la AIE éste sólo está en cuidados intensivos. Sin duda, el propósito de la AIE es tratar de reanimar el paciente/escenario 2oC, haciendo creer que aún está con vida. Para ello, cuenta con la medicina apta para el momento: insuflarle al paciente, economía verde. El bálsamo aplicado con eficiencia tecnológica está compuesto de altas dosis de CO2. Si antes éramos adictos al petróleo ahora tenemos que ser adictos al dióxido de carbono.
 
Antes de abordar el análisis de los pasos que propone el escenario 4 para 2oC de la AIE, es preciso señalar que la política de la AIE, en cuanto a la crisis del calentamiento climático global, ha estado centrada en un escenario de 450 parte por millón (ppm) de CO2 en la atmosfera. Este escenario por supuesto, que obedece a los intereses de una política determinada, e impuesta por parte de los poderes políticos y económicos que controlan la Agencia.
 
El escenario de 450 ppm de CO2 de la AIE, está sustentado bajo el argumento de que esta meta “depende considerablemente en el uso de la BECCS para alcanzar el objetivo de concentración de CO2 por debajo de 450 ppm”. La Bio-energía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (la BECCS ─por sus iniciales en inglés─ está compuesta por dos procedimientos: 1. Bioenergía (BE), y 2. Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono (CCS), nota del autor), es una tecnología que busca la mitigación de gases de efecto invernadero y que produce emisiones de CO2 negativo. Esta técnica está enfocada a combinar el uso de biomasa (plantaciones extensivas y quema) con el retiro de CO2 de la atmósfera mediante su captura y almacenamiento.
 
La BECCS como procedimiento técnico, tiene una serie de problemas, no fáciles de resolver, como la destrucción de ecosistemas, cambio de uso de la tierra, altos costos económicos, fórmula energéticamente onerosa, produce emisiones de CO2; y es además, altamente riesgoso e inseguro; nada ni nadie garantiza que no se vayan a presentar accidentes de grandes proporciones durante su traslado y en los emplazamientos geológicos de almacenamiento,  y durante el tiempo de almacenamiento, estimado en siglos o milenios.
 
El reciente Informe Especial sobre Fuentes de Energías Renovables del IPCC y Mitigación de Cambio Climático, dice con relación al BECCS que las “Tecnologías para bioenergía en conjunto con CCS… podría incrementar sustancialmente el rol de la mitigación de gases de invernadero basada en la biomasa si las tecnologías geológicas de la CCS pueden ser desarrolladas, demostradas y verificadas para mantener el CO2 almacenado a través del tiempo” (ver pp. 286 del informe en inglés). Y la AIE a este tenor, sugiere que “la BECCS podría utilizarse en una amplia gama de aplicaciones, incluyendo centrales eléctricas de biomasa, plantas de cogeneración (energía térmica y eléctrica, N.A), flujos de gas de la combustión de pulpa y la industria papelera, fermentación en los procesos de producción de etanol y la refinación de biogás de etanol” […] “[las] altas emisiones en el corto plazo, pueden dentro de los límites, ser compensadas por las emisiones negativas en el largo plazo. Por supuesto, los proyectos tienen que ser económicamente viables” (las cursivas son del autor).
 
Los promotores de la BECCS no informan que para capturar CO2, y para la construcción de todas las infraestructuras seguras de almacenamiento, transporte, bombeo a grandes profundidades al interior de la tierra y todo el proceso operativo, requiere de inmensas cantidades de energía, que a su vez, emiten ingentes volúmenes de CO2. Emisiones de gases de efecto invernadero que provienen de la quema de millones de toneladas de biomasa (esto sin contar con la quema de hidrocarburos que requerirán). La quema de esta biomasa, es la puerta abierta para la destrucción y contaminación de bosques, sabanas y selvas, como también de valiosos ecosistemas.
 
La Bioenergía (BE) acompañada con la captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS), es lo que se conoce con el nombre de BECCS. La BE no es otra cosa que un procedimiento técnico de siembra, de procesamiento y de quema de biomasa de forma extendida para “sustituir” o “reemplazar” energéticamente los hidrocarburos. Sin importar que con ello se proceda a quemar el planeta, en la obtención de menos energía. En cuanto a la CCS, como procedimiento técnico, es altamente riesgoso. Cada uno de los mecanismos que encierra la captura, transporte y almacenamiento, arrastran un sin número de peligros. La seguridad del almacenamiento de CO2 a largo plazo, bajo la tierra, nadie lo ha podido garantizar. En cuanto a las fugas tanto a corto como a largo plazo es un asunto de extrema peligrosidad. Un simple terremoto, puede originar grandes escapes en las formaciones geológicos de almacenamiento. En caso de que produjera una exposición de grandes cantidades de CO2 procedente de los almacenamientos geológicos de la CCS, sería un riego para la vida en el planeta y un acelerador incontrolado del calentamiento global.
 
A medida que se acelere en la caída de la oferta de hidrocarburos, será preciso que la BECCS aumente la tala de millones de hectáreas de bosques, selvas y praderas, para obtener la biomasa necesaria que genere, mediante su quema, la energía que llenaría el bache energético dejado por los hidrocarburos. La relación entre la escasez de hidrocarburos y la quema de biomasa será una relación energética inversamente proporcional, con irreparables repercusiones medioambientales. En la medida en que se acentúe el agotamiento de las reservas de hidrocarburos, la destrucción del medioambiente y la quema de biomasa aumentarán de forma acelerada. Puesto que la capacidad energética por unidad de los combustibles fósiles es superior a la de la biomasa.
 
Por lo tanto, el hecho de recurrir como última instancia energética a la biomasa, para tratar de sostener en pie el complejo industrial, económico, comercial, militar, impuesto por la economía de mercado, es de por sí, insensato y contra natura. Pero es aún más irracional, quemar el planeta, para continúe funcionando el Business as Usual. La biomasa como opción energética traerá como consecuencia un ineludible colapso medioambiental, con repercusiones de carácter global, y a nivel de todas las esferas de la sociedad humana y de la vida en el planeta. Es imposible crecer infinitamente y destruir y consumir compulsivamente, sin chocar tarde o temprano con los límites de la naturaleza y del planeta.
 
Los proponentes de la quema de biomasa dicen que lo que se van a producir es “carbono neutral”, ya que teóricamente, después de la siembra, la renovación de los árboles o plantas sembradas se re-capturará una cantidad de CO2 equivalente a la que ha sido liberada durante la combustión. Pero el mito del supuesto “carbono neutral” ha sido desmentido científicamente. Veamos algunas de las inconsistencias de la BECCS:
 
v  La argumentación de que la utilización de árboles y cultivos de biomasa de rotación más corta, reduce la deuda de carbono, no tiene asidero. Este tipo de plantaciones industriales de árboles no son bosques, sino todo lo contrario son desiertos verdes. Desiertos verdes en los cuales los ciclos de vida se interrumpen y en donde no existe espacio para que lo pájaros le canten a la naturaleza. Un cruel ejemplo se puede constatar es el silencio impuesto a sangre y fuego en las plantaciones de agro-combustibles en Colombia. Estos desiertos verdes, almacenan menos CO2, y requieren de más fertilizantes sintéticos, de agroquímicos; además, deterioran y empobrecen los suelos, y agotan y contaminan las fuentes de agua. La utilización de árboles genéticamente modificados, que garanticen el crecimiento rápido, destruye humedales, selvas, bosques y praderas, así como tierras agrícolas, culturas, pueblos y sistemas de vida.
 
v  La tala de bosques, provoca cantidades de CO2, y altera la naturaleza de los suelos. El transporte de la biomasa para su procesamiento, lo mismo que su combustión en las centrales eléctricas, contamina ingentemente. Tras la tala, nada puede garantizar que nuevos árboles germinen. Y lo que es peor, la recuperación por la quema de una generación de árboles a los ecosistemas les tomará décadas, incluso hasta siglos. Un estudio del Instituto Joanneum Research, titulado “The upfront carbon debt of bioenergy” sostiene que cuando la conversión afecta a un bosque con mayores existencias de carbono, el tiempo necesario para compensar las emisiones por el cambio de usos de la tierra, es mucho más largo. Por lo tanto, si un bosque es talado y reemplazado por bosques de rotación-corta (BRC), el periodo de compensación es de 170 años. Igualmente, si la nueva plantación tiene una rotación larga es de 60 años. Entre 150 a 200 años son necesarios para compensar la pérdida de captura, y si la biomasa procedente de la plantación es toda usada para bioenergía, la recuperación es de 150 años, y en caso de que parte de la biomasa sea utilizada para productos de madera, es de 200 años.
 
Por su parte, un grupo de especialistas del Joint Global Change Research Institute, en un estudio para el gobierno de EE.UU., y dado a conocer por la institución y en un artículo publicado por la revista Science, al examinar las implicaciones en la limitación de las emisiones de CO2 antropogénico en la atmósfera, coinciden en que varias investigaciones han demostrado que el resultado de imponer un régimen de mitigación que sólo estime el CO2 procedentes de fuentes de energía crea incentivos para aumentar la bioenergía. A medida que aumenta el uso de la bioenergía, los usos de la tierra cambian, al igual que los cultivos de alimentos y de fibra, así como los bosques y los ecosistemas derivan en cultivos dedicados a la biomasa. Esto a su vez, aumenta las emisiones de CO2 terrestre a nivel mundial, convirtiéndose en un resultado perverso, imposible de frenar las emisiones energéticas. Además, señalan que los modelos utilizados en diferentes escenarios muestran que las emisiones provenientes de la bioenergía, serán la causante de una completa destrucción de prácticamente todos los bosques milenarios, praderas, y de ecosistemas “hacia el año 2065”.
 
v  Por su parte, el Informe de Síntesis sobre Cambio Climático 2007 del IPCC, señala que el cambio en el uso de la tierra es una modificación que puede inducir a un cambio en la cubierta terrestre. Los cambios de la cubierta terrestre y de uso de la tierra pueden influir el albedo superficial, en la evapotranspiración, en las fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero, o en otras propiedades del sistema climático, por lo que puede ejercer un efecto de forzamiento radiativo y/otros impactos sobre el clima, a nivel local o mundial.
 
v  El Centro de Resiliencia de Estocolmo, ha señalado que estamos llegando al punto de inflexión hacia lo desconocido. Sugiere nueve fronteras o límites críticos planetarios cuya transgresión resultaría en eventos catastróficos. Estos “nueve límites planetarios” recogidos en el estudio “Límites planetarios: explorando el espacio seguro para la humanidad” (Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity), indica cuales fronteras ya hemos transgredido o estamos a punto de hacerlo. Estos límites que han sido definidos de acuerdo a las condiciones medioambientales del periodo Holoceno, aquellas en las que la civilización se desarrolló durante los últimos 12 mil años, son: el cambio climático, la extinción de especies, la alteración de los ciclos de nitrógeno fósforo, la acidificación de los océanos, el agotamiento de la capa de ozono, el uso de agua dulce, el cambio de cobertura del suelo o cambio en el uso de la tierra, la carga de aerosoles y el uso de químicos. Cada límite de estas segmentaciones planetarias, constituye por sí solo un real o potencial desastre ecológico global. De hecho, en tres ámbitos -el cambio climático, la extinción de especies y la alteración del ciclo del nitrógeno-, ya se han transgredido los límites planetarios, ante lo cual, estamos experimentando efectos catastróficos.
Límites Planetarios
 
El círculo interno que muestra el planeta tierra representa el área de seguridad para los nueve procesos globales. Las barras amarillas representan la posición estimada de cada variable. Estas barras indican que ya se han superado los límites en tres de estas áreas: Biodiversidad, Cambio Climático y Ciclo del Nitrógeno.
Fuente: Centre Resilience Stockholm.
 
 
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) en el mes de junio de este año, dio a conocer un informe especial que viene acompañado de un pintoresco nombre: “Redibujando el Mapa de la Energía-Clima” (“Redrawing Energy Climate Map”). El informe hace un llamado a los gobiernos para que actúen urgentemente si se quiere mantener vivo el objetivo de los 2oC y sentencia que el 2020 será demasiado tarde si no se ponen en marcha una serie de medidas que la AIE denomina: plan de 4-para-2oC.
 
 
 Este llamado ha despertado cierto grado de interés en diversos sectores, que en cierta forma se puede entender, debido a que la AIE acude a instrumentos tecnológicos como la eficiencia tecnológica y la BECCS (Bio-energía con Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono), para mantener viva supuestamente la meta de los 2oC. Esto nos fuerza a realizar una valoración crítica de los planteamientos presentados en este informe, para evitar que el frenesí de la tecnología enverdecida nos enceguezca y no nos permita ver cómo la economía verde proyecta colársenos por todos los resquicios posibles. Por ello, debemos estar atentos para evitar que la AIE con sus planes logre el efecto de fertilizar nuestras mentes a base de ingentes emisiones de CO2.
 
 
Existen diferentes prototipos de entusiastas tecno-energéticos que abrazan la creencia de que para salir de la actual crisis energética, se debe estimular el desarrollo de procesos y sistemas tecnológicos orientados a producir energía verde y limpia de forma generalizada y extensiva, de tal manera que puedan sustituir a los hidrocarburos como fuente de energía primaria.
 
 
A estos entusiastas se les puede agrupar en tres grandes tendencias: 1) los impulsores de la economía verde que se identifican plenamente con las líneas trazadas por la AIE,  cuyo eje central es el camino expedito para las ganancias económicas a la sombra de la “eficiencia tecnológica” sustentable y del capitalismo enverdecido. Igualmente encontramos en este grupo a los negacionistas del cambio climático y del cenit del petróleo. 2) los tecno/ciencia optimistas, aferrados a que la tecnología y la ciencia nos van salvar del colapso medioambiental y energético. Estos esperan la aparición del milagro energético y la herramienta tecnológica, que sean capaces de sustituir los hidrocarburos y de reducir y capturar las emisiones de CO2. Y, 3) aquellos grupos de expertos, partidos políticos liberales, conservadores, socialdemócratas, e incluso algún sector de la izquierda, y gobiernos, que creen en el desarrollo y en el progreso tecnológico como la salida a las crisis ecológica, social, económica y ética de hoy. Establecen que se deben poner en marcha programas económicos basados en energía limpia y sustentable, para recuperarnos de la crisis y comenzar nuevamente el camino del crecimiento económico. Incluso habrá los que perciban un futuro redentor de “energía limpiapara la humanidad en la conferencia “Observaciones sobre el Cambio Climático”, de Barack Obama en junio pasado.
 
 
A estos entusiastas los identifica el sello común de no hacer referencia alguna, ni dilucidar qué es y qué intereses de poder representa la AEI. Igualmente, no comentan, ni hacen claridad sobre las consecuencias catastróficas para las todas las especies y la vida en el planeta si apostamos por el escenario de las 450 ppm de la AIE, apuntalado con la eficiencia tecnológica y la BECCS.
 
 
Esta situación induce a realizar un análisis crítico del informe de la AIE, partiendo de la certeza incuestionable ─como lo asevera la gran mayoría de expertos de la comunidad científica─ no es que en el 2020 resulte demasiado tarde para tomar decisiones, es que hoy, ya es tarde para hacerle frente al colapso climático en el que cabalgamos.
 
 
En cierto modo es entendible que el llamado de la AIE a los gobiernos a mantener viva la meta de los 2oC, despierte esperanzas, incluso bajo las pautas del escenario de las 450 ppm. Pero a pesar del “llamado urgente”, la AIE no va tan lejos como para atreverse a confesar que el paciente/escenario de los 2oC está muerto. Para la AIE éste sólo está en cuidados intensivos. Sin duda, el propósito de la AIE es tratar de reanimar el paciente/escenario 2oC, haciendo creer que aún está con vida. Para ello, cuenta con la medicina apta para el momento: insuflarle al paciente, economía verde. El bálsamo aplicado con eficiencia tecnológica está compuesto de altas dosis de CO2. Si antes éramos adictos al petróleo ahora tenemos que ser adictos al dióxido de carbono.
 
 
Antes de abordar el análisis de los pasos que propone el escenario 4 para 2oC de la AIE, es preciso señalar que la política de la AIE, en cuanto a la crisis del calentamiento climático global, ha estado centrada en un escenario de 450 parte por millón (ppm) de CO2 en la atmosfera. Este escenario por supuesto, que obedece a los intereses de una política determinada, e impuesta por parte de los poderes políticos y económicos que controlan la Agencia.
 
 
El escenario de 450 ppm de CO2 de la AIE, está sustentado bajo el argumento de que esta meta “depende considerablemente en el uso de la BECCS para alcanzar el objetivo de concentración de CO2 por debajo de 450 ppm”. La Bio-energía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (la BECCS ─por sus iniciales en inglés─ está compuesta por dos procedimientos: 1. Bioenergía (BE), y 2. Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono (CCS), nota del autor), es una tecnología que busca la mitigación de gases de efecto invernadero y que produce emisiones de CO2 negativo. Esta técnica está enfocada a combinar el uso de biomasa (plantaciones extensivas y quema) con el retiro de CO2 de la atmósfera mediante su captura y almacenamiento.
 
 
La BECCS como procedimiento técnico, tiene una serie de problemas, no fáciles de resolver, como la destrucción de ecosistemas, cambio de uso de la tierra, altos costos económicos, fórmula energéticamente onerosa, produce emisiones de CO2; y es además, altamente riesgoso e inseguro; nada ni nadie garantiza que no se vayan a presentar accidentes de grandes proporciones durante su traslado y en los emplazamientos geológicos de almacenamiento,  y durante el tiempo de almacenamiento, estimado en siglos o milenios.
 
 
El reciente Informe Especial sobre Fuentes de Energías Renovables del IPCC y Mitigación de Cambio Climático, dice con relación al BECCS que las “Tecnologías para bioenergía en conjunto con CCS… podría incrementar sustancialmente el rol de la mitigación de gases de invernadero basada en la biomasa si las tecnologías geológicas de la CCS pueden ser desarrolladas, demostradas y verificadas para mantener el CO2 almacenado a través del tiempo” (ver pp. 286 del informe en inglés). Y la AIE a este tenor, sugiere que “la BECCS podría utilizarse en una amplia gama de aplicaciones, incluyendo centrales eléctricas de biomasa, plantas de cogeneración (energía térmica y eléctrica, N.A), flujos de gas de la combustión de pulpa y la industria papelera, fermentación en los procesos de producción de etanol y la refinación de biogás de etanol” […] “[las] altas emisiones en el corto plazo, pueden dentro de los límites, ser compensadas por las emisiones negativas en el largo plazo. Por supuesto, los proyectos tienen que ser económicamente viables” (las cursivas son del autor).
 
 
Los promotores de la BECCS no informan que para capturar CO2, y para la construcción de todas las infraestructuras seguras de almacenamiento, transporte, bombeo a grandes profundidades al interior de la tierra y todo el proceso operativo, requiere de inmensas cantidades de energía, que a su vez, emiten ingentes volúmenes de CO2. Emisiones de gases de efecto invernadero que provienen de la quema de millones de toneladas de biomasa (esto sin contar con la quema de hidrocarburos que requerirán). La quema de esta biomasa, es la puerta abierta para la destrucción y contaminación de bosques, sabanas y selvas, como también de valiosos ecosistemas.
 
 
La Bioenergía (BE) acompañada con la captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS), es lo que se conoce con el nombre de BECCS. La BE no es otra cosa que un procedimiento técnico de siembra, de procesamiento y de quema de biomasa de forma extendida para “sustituir” o “reemplazar” energéticamente los hidrocarburos. Sin importar que con ello se proceda a quemar el planeta, en la obtención de menos energía. En cuanto a la CCS, como procedimiento técnico, es altamente riesgoso. Cada uno de los mecanismos que encierra la captura, transporte y almacenamiento, arrastran un sin número de peligros. La seguridad del almacenamiento de CO2 a largo plazo, bajo la tierra, nadie lo ha podido garantizar. En cuanto a las fugas tanto a corto como a largo plazo es un asunto de extrema peligrosidad. Un simple terremoto, puede originar grandes escapes en las formaciones geológicos de almacenamiento. En caso de que produjera una exposición de grandes cantidades de CO2 procedente de los almacenamientos geológicos de la CCS, sería un riego para la vida en el planeta y un acelerador incontrolado del calentamiento global.
 
 
A medida que se acelere en la caída de la oferta de hidrocarburos, será preciso que la BECCS aumente la tala de millones de hectáreas de bosques, selvas y praderas, para obtener la biomasa necesaria que genere, mediante su quema, la energía que llenaría el bache energético dejado por los hidrocarburos. La relación entre la escasez de hidrocarburos y la quema de biomasa será una relación energética inversamente proporcional, con irreparables repercusiones medioambientales. En la medida en que se acentúe el agotamiento de las reservas de hidrocarburos, la destrucción del medioambiente y la quema de biomasa aumentarán de forma acelerada. Puesto que la capacidad energética por unidad de los combustibles fósiles es superior a la de la biomasa.
 
 
Por lo tanto, el hecho de recurrir como última instancia energética a la biomasa, para tratar de sostener en pie el complejo industrial, económico, comercial, militar, impuesto por la economía de mercado, es de por sí, insensato y contra natura. Pero es aún más irracional, quemar el planeta, para continúe funcionando el Business as Usual. La biomasa como opción energética traerá como consecuencia un ineludible colapso medioambiental, con repercusiones de carácter global, y a nivel de todas las esferas de la sociedad humana y de la vida en el planeta. Es imposible crecer infinitamente y destruir y consumir compulsivamente, sin chocar tarde o temprano con los límites de la naturaleza y del planeta.
 
 
Los proponentes de la quema de biomasa dicen que lo que se van a producir es “carbono neutral”, ya que teóricamente, después de la siembra, la renovación de los árboles o plantas sembradas se re-capturará una cantidad de CO2 equivalente a la que ha sido liberada durante la combustión. Pero el mito del supuesto “carbono neutral” ha sido desmentido científicamente. Veamos algunas de las inconsistencias de la BECCS:
 
 
 v  La argumentación de que la utilización de árboles y cultivos de biomasa de rotación más corta, reduce la deuda de carbono, no tiene asidero. Este tipo de plantaciones industriales de árboles no son bosques, sino todo lo contrario son desiertos verdes. Desiertos verdes en los cuales los ciclos de vida se interrumpen y en donde no existe espacio para que lo pájaros le canten a la naturaleza. Un cruel ejemplo se puede constatar es el silencio impuesto a sangre y fuego en las plantaciones de agro-combustibles en Colombia. Estos desiertos verdes, almacenan menos CO2, y requieren de más fertilizantes sintéticos, de agroquímicos; además, deterioran y empobrecen los suelos, y agotan y contaminan las fuentes de agua. La utilización de árboles genéticamente modificados, que garanticen el crecimiento rápido, destruye humedales, selvas, bosques y praderas, así como tierras agrícolas, culturas, pueblos y sistemas de vida.
 
 
v  La tala de bosques, provoca cantidades de CO2, y altera la naturaleza de los suelos. El transporte de la biomasa para su procesamiento, lo mismo que su combustión en las centrales eléctricas, contamina ingentemente. Tras la tala, nada puede garantizar que nuevos árboles germinen. Y lo que es peor, la recuperación por la quema de una generación de árboles a los ecosistemas les tomará décadas, incluso hasta siglos. Un estudio del Instituto Joanneum Research, titulado “The upfront carbon debt of bioenergy” sostiene que cuando la conversión afecta a un bosque con mayores existencias de carbono, el tiempo necesario para compensar las emisiones por el cambio de usos de la tierra, es mucho más largo. Por lo tanto, si un bosque es talado y reemplazado por bosques de rotación-corta (BRC), el periodo de compensación es de 170 años. Igualmente, si la nueva plantación tiene una rotación larga es de 60 años. Entre 150 a 200 años son necesarios para compensar la pérdida de captura, y si la biomasa procedente de la plantación es toda usada para bioenergía, la recuperación es de 150 años, y en caso de que parte de la biomasa sea utilizada para productos de madera, es de 200 años.
 
 
Por su parte, un grupo de especialistas del Joint Global Change Research Institute, en un estudio para el gobierno de EE.UU., y dado a conocer por la institución y en un artículo publicado por la revista Science, al examinar las implicaciones en la limitación de las emisiones de CO2 antropogénico en la atmósfera, coinciden en que varias investigaciones han demostrado que el resultado de imponer un régimen de mitigación que sólo estime el CO2 procedentes de fuentes de energía crea incentivos para aumentar la bioenergía. A medida que aumenta el uso de la bioenergía, los usos de la tierra cambian, al igual que los cultivos de alimentos y de fibra, así como los bosques y los ecosistemas derivan en cultivos dedicados a la biomasa. Esto a su vez, aumenta las emisiones de CO2 terrestre a nivel mundial, convirtiéndose en un resultado perverso, imposible de frenar las emisiones energéticas. Además, señalan que los modelos utilizados en diferentes escenarios muestran que las emisiones provenientes de la bioenergía, serán la causante de una completa destrucción de prácticamente todos los bosques milenarios, praderas, y de ecosistemas “hacia el año 2065”.
 
 
v  Por su parte, el Informe de Síntesis sobre Cambio Climático 2007 del IPCC, señala que el cambio en el uso de la tierra es una modificación que puede inducir a un cambio en la cubierta terrestre. Los cambios de la cubierta terrestre y de uso de la tierra pueden influir el albedo superficial, en la evapotranspiración, en las fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero, o en otras propiedades del sistema climático, por lo que puede ejercer un efecto de forzamiento radiativo y/otros impactos sobre el clima, a nivel local o mundial.
 
 
v  El Centro de Resiliencia de Estocolmo, ha señalado que estamos llegando al punto de inflexión hacia lo desconocido. Sugiere nueve fronteras o límites críticos planetarios cuya transgresión resultaría en eventos catastróficos. Estos “nueve límites planetarios” recogidos en el estudio “Límites planetarios: explorando el espacio seguro para la humanidad” (Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity), indica cuales fronteras ya hemos transgredido o estamos a punto de hacerlo. Estos límites que han sido definidos de acuerdo a las condiciones medioambientales del periodo Holoceno, aquellas en las que la civilización se desarrolló durante los últimos 12 mil años, son: el cambio climático, la extinción de especies, la alteración de los ciclos de nitrógeno fósforo, la acidificación de los océanos, el agotamiento de la capa de ozono, el uso de agua dulce, el cambio de cobertura del suelo o cambio en el uso de la tierra, la carga de aerosoles y el uso de químicos. Cada límite de estas segmentaciones planetarias, constituye por sí solo un real o potencial desastre ecológico global. De hecho, en tres ámbitos -el cambio climático, la extinción de especies y la alteración del ciclo del nitrógeno-, ya se han transgredido los límites planetarios, ante lo cual, estamos experimentando efectos catastróficos.
 
La gráfica comienza en el año 1750 y a medida que va pasando el tiempo aumenta la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y podemos observar cómo estos han aumentado aceleradamente en las últimas décadas.

 
El 2012 las emisiones de dióxido de carbono globales anuales alcanzaron los 31.6 giga-toneladas (31.600 millones de toneladas de CO2) y con un promedio de aumento anual del 3%. En 2011 el incremento fue del 3.2%, y en 2012 de 1.4%, reducción producto de la actual crisis económica. Si se continúa con ese ritmo de vertidos de gases de efecto invernadero a la atmósfera, hacia el año 2028 las 565 de giga-toneladas ─con los que se “contaría como ahorro”─ estarán contaminando la atmósfera, y el objetivo de los 2oC será sobrepasado, mucho antes de lo previsto. Esto inevitablemente conduciría que hacía finales del siglo XXI las temperaturas alcancen los 6oC, como lo demuestra el estudio “Global Warmings Terrifying New Math” preparado por Bill McKibben.
 
 
Se estima que desde el año 2000 hasta comienzos de esta segunda década del siglo XXI, han sido vertidos a la atmósfera un total de 420.000 millones de toneladas de CO2 como resultado de las actividades humanas y de la deforestación. De continuar las tendencias actuales, las emisiones acumuladas superarían antes de dos décadas los pronósticos previstos. La UNEP en su reporteThe Emissions Gap Report 2012asevera que las emisiones globales actuales ya son considerablemente mucho más altas que el nivel de emisiones constante propuesto con el objetivo de 2oC en 2020, y que además, estas continúan incrementándose.
 
 
 
En cuanto a la primera meta de la AIE del plan 4 para 2oC: la adopción de medidas específicas de eficiencia energética para lograr que en 2020 se reduzcan las emisiones de CO2 en 1.5 giga-toneladas, la AIE propone en el informe que estas medidas deben ser realizadas por medio de: normas de rendimiento energético en iluminación de edificios; nuevos aparatos y equipamiento para calefacción y refrigeración; en nuevos sistemas en la industria del motor y en el transporte de vehículos de carretera. Y acompañado con una inversión adicional global que alcanzaría los 200 mil millones de dólares en 2020. Todo esto, dice la AIE, sería compensado por un reducido gasto de facturas de combustible.
 
 
Llama la atención, de manera significativa, que la AIE en ningún momento hace referencia de la necesidad y del requerimiento de energía y de recursos naturales para poner en marcha el escenario de la eficiencia energética, el cual está orientado y diseñado en lo fundamental para generar energía eléctrica. Implementar ─a nivel planetario─ la infraestructura tecnológica para lograr una nueva generación de eficiencia tecnológica que cumpla con las urgencias del momento, y que a su vez sea “sustentable” y de fuentes renovables, precisa de grandes cantidades de energía y de fuentes energéticas que lo garanticen. La disposición de energía es el pilar y la esencia central para poder implementar el programa propuesto. Todo el proceso de adquisición de materiales, transporte, elaboración, construcción, distribución, mantenimiento y reposición de esos nuevos equipamientos e instalaciones, que son los que finalmente van a suministrar las condiciones indispensables para materializar un sistema tecnológico de eficiencia energética, y que sea capaz de posibilitar la reducción de las emisiones antropogénicas de CO2, requieren de fuentes de energía. Por lo tanto, la energía es la condición sine qua non, la esencia sin la cual no puede ser factible un proceso de transición energética y tecnológica. Y energía, con la capacidad energética por unidad como la suministrada por el petróleo, es con la que no contamos hoy, nos los está señalando el cenit del petróleo.
 
 
Un asunto, también de importancia central, a valorar en una transición de un modelo energético tecnológico a otro, son los tiempos. Las transiciones exigen largos periodos de tiempo. Aunque fuera factible que el cambio climático global se pudiera enfrentar con métodos de “eficiencia energética”, este proceso, a pesar de ello, tomaría varias décadas e incluso siglos para alcanzar los resultados. La urgencia y el reto del momento exhortan ─a escasas dos décadas de la vorágine climática─ a emprender otro tipo de soluciones no vinculadas a los hidrocarburos, ni a los agrocombustibles, ni a las tecnologías BECCS y ni mucho menos a la energía nuclear. Las nuevas respuestas a la grave crisis ambiental deben ser creativas y sustentadas en el decrecimiento, en el uso racional de los recursos naturales, en el bajo consumo energético y en el cierre de los ciclos biológicos de los ecosistemas.
 
 
Evidentemente, los nuevos tipos de soluciones y modelos deben estar alejados del business as usual, del consumismo y del crecimiento sin límites que impone el modelo de desarrollo capitalista. Es imposible crecer económicamente  y a la vez reducir las emisiones de CO2. La economía verde no resuelve el grave problema climático global ni energético, simplemente trata de enverdecer el modo de producción y de explotación para poder acumular más ganancias hasta el último momento, a la sombra del desastre que ellos mismos incubaron.
 
 
La transición energética de los hidrocarburos a un modelo basado en energías “limpias” y “sustentables”, implica profundos y diversos tipos de cambios: tecnológicos, económicos, sociales, humanos, culturales, de relación con la naturaleza, etc., pero sobre todo esa transición debe ser capaz de articular una gama de respuestas pertinentes a los complejos desafíos climáticos y energéticos que en este momento ya estamos afrontando. Soluciones sustentables a los crecientes problemas de recursos energéticos y naturales necesitan ser ideadas y empoderadas por el conjunto de las sociedades.
 
 
Si la transición energética que se propone es a través del mejoramiento de la eficacia energética, esto exige demostrar que el camino sugerido es el idóneo. Obviamente, antes de emprender cualquier tipo de aplicación de eficiencia energética, ésta tiene que ser sopesada con cautela y pasar por el tamiz del escrutinio eco-científico, y contar con la aprobación y participación del conjunto de los posibles afectados. Además, ésta debe tener como principio rector la prevalencia de los ecosistemas, de la naturaleza y de todas la formar de vida.
L
a eficiencia tecnológica o energética no es un problema per se. El problema aparece cuando ésta es aplicada con unos objetivos específicos –mantener en pie el corrosivo complejo industrial, económico y militar capitalista-, y bajo unos intereses particulares y egoístas predeterminados -beneficiar a un determinado grupo económico y élites de poder-, sin importar qué destructivo y contaminante pueda ser en su trayectoria, lo cual conduce ineluctablemente a resultados inesperados y a catástrofes ambientales y sociales de grandes proporciones.
 
 
La eficiencia energética es parte significativa de cualquier enfoque socio-ecológico sustentable, pero programada artificiosamente desde los centros de poder como recurso de escape a las distintas crisis, no será la solución a la crisis: climática, energética, social, económica y ambiental. Con ello, sólo se estará haciendo más vulnerables los ecosistemas y disminuyendo la capacidad de resiliencia de los sistemas socio-ecológicos.  
 
 
Llegados a este punto, observamos manifiestamente que las iniciativas sugeridas en el escenario de 450 ppm de la AIE, y que se ya vienen poniendo en práctica en varios puntos del planeta, de quemar todos los bosques, las selvas, las praderas y los alimentos para generar electricidad no parece que sea un camino razonable, ni el más adecuado para enfrentar el cambio climático global, aunque sus promotores intenten mostrarlo como la solución óptima a la problemática del calentamiento global y a la crisis energética.
 
 
Del mismo modo, surgen otras preguntas igualmente importantes: ¿cómo resolver la paradoja Jovens que origine el escenario de eficiencia tecnológica propuesto por la AIE? Está demostrado copiosamente que a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más probable un aumento del consumo de dicho recurso que una disminución. Esto implica que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia energética pueden, a la postre, aumentar el consumo total de energía. Y energía es de lo que no dispone la sociedad tecnológica de hoy; por eso se aduce como último recurso acudir a la biomasa como energía primaria y solución energética.
 
 
La energía de la que disponía la humanidad se ha derrochado en un corto tiempo. Esta realidad nos la recuerda el cenit del petróleo acompasado con el ruido ensordecedor de los “bombardeos y las invasiones humanitarias”, que diligentemente “llevan la democracia” a los países en donde están ubicadas las últimas existencias de hidrocarburos. Precisamente, de este modo tan atroz, pero tan característico de los Estados que se autodenominan “ejemplo de democracia”, aspiran a garantizar el funcionamiento de sus economías para que engañosamente continúe la fiesta.
 
 
La segunda meta de la AIE, la pretendida eficiencia energética se traslada igualmente a las centrales eléctricas que son alimentadas con carbón. La AIE busca que se reduzca el número de centrales eléctricas subcríticas de carbón viejas ineficientes, y expresa que se debe implantar  una prohibición a la construcción de nuevas centrales de este tipo. Con ello, buscarían reducir las emisiones en 640 millones de toneladas de CO2 para el año 2020, que contribuirían a frenar la contaminación del aire. Se espera que para 2020 disminuya el uso de estas centrales, pues de lo contrario no se lograría materializar una cuarta parte de la meta propuesta en el escenario 4 para 2oC.
 
 
Todo este plan podría aparecer como un futuro verde resplandeciente, pero no es así. Asistidos de diferentes análisis y tomando las conclusiones de una variada gama de estudios se puede demostrar cuáles pueden ser las consecuencias si se continúa con los pretendidos planes ideados en la concepción del escenario 450 ppm que viene impulsado la AIE y otras instituciones internacionales.
 
 
En primer lugar, en relación con la cantidad de biomasa que se requeriría para abastecer las plantas generadoras de electricidad y/o calor no son solamente impresionantes, son escandalosas. Y además, la tecnología BECCS demanda grandes áreas de territorio para las plantaciones de biomasa industrial, así como para los agro-combustibles.
 
 
Un reciente estudio de enero de 2013, realizado por investigadores del Department of Energy and Environment, Chalmers University of Technology, de Gotemburgo, Suecia, y publicado en IOPScience: “Meeting Global Temperatures Targets: The role of Bioenergy with Carbon Capture and Storage, los investigadores concluyen que un factor crítico con relación al uso de la BECCS es la disponibilidad de biomasa. Producir cantidades de ingentes de bioenergía puede tener significativos impactos sobre los precios mundiales de los alimentos, la biodiversidad, la disponibilidad de agua, etc. Según los resultados de las mediciones y estimaciones hechas, hallaron que el requerimiento global de tierras para producir 200 EJ (Exa-Joules) anuales de bioenergía puede exigir alrededor de 500 Millones de hectáreas de tierra, lo que representa una tercera parte de las tierras cultivables a nivel mundial.
 
 
El consumo mundial de energía anual es de aproximadamente unos 553 EJ (igual a 524 cuatrillones de BTUs). Tomando los 200 EJ de referencia del estudio de la Chalmers University of Technology estos representarían el 36,17% de la energía que se consume anualmente en todo el planeta. Por lo tanto, si se pretende remplazar el consumo actual global de energía, habría que dedicar 1.382,5 millones de hectáreas de tierra para producir biomasa, y quemarla en plantas generadoras de electricidad. Esto no es otra cosa que destruir y quemar el planeta de una forma demencial, para saciar los intereses del capital. Los promotores entusiastas de estas tecnologías y de estos desatinados escenarios, no nos dicen cómo se podría satisfacer las necesidades alimentarias y vitales de los seres humanos y de las otras especies vivas del planeta. Si no existe espacio para los cultivos de alimentos, ¿qué vía podrían tomar las poblaciones para satisfacer sus necesidades de alimento? Lo único que quedaría como vía de escape hacia adelante, no es otra que seguir con la tala, contaminación y destrucción de bosques y selvas, pero ahora de forma acelerada.
 
 
En el Atlas “Amazonía bajo presión” (2012), de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y publicado en la Gaia Amazonas, realiza un análisis sobre los niveles de deforestación a los está siendo sometida la Amazonía, y en el cual se señala que “entre 2000 y 2010 se suprimieron cerca de 240.000 km2 de selva amazónica, lo que equivale al doble de la Amazonía ecuatoriana o al territorio completo del Reino Unido”. Se advierte que si las amenazas identificadas como los megaproyectos viales (carreteras o multimodales), de petróleo y gas, minería o hidroeléctricas se llevan a cabo, estos se convertirán en presiones en el futuro próximo, lo que podría conducir a la desaparición de hasta la mitad del bosque amazónico actual. De seguirse este camino las presiones y amenazas que pesan sobre la Amazonía conllevan a que los paisajes de la selva, la diversidad socio-ambiental y el agua dulce sean reemplazados por paisajes degradados, convertidos en sabanas y en zonas más secas y más homogéneas, con lo cual habremos perdido el pulmón más grande, rico y diverso en ecosistemas del planeta.
 

En segundo lugar, los impulsores de la BECCS y del escenario 2oC asumen de manera concluyente que la combustión de biomasa es intrínsecamente "carbono neutral‟, bajo el argumento de que las plantaciones sólo liberan dióxido de carbono a la atmósfera el cual es absorbido por las plantas en crecimiento.
 
 
Discrepando de esta visón el Scientific Committee, de la European Environment Agency (EEA), publicó un informe en 2011 titulado “Green House Gas Accounting in Relation to Bioenergy”, en el que plantean que esa suposición, de la que parte la BECCS, no es correcta. Si bien es totalmente cierto que las plantas absorben dióxido de carbono de la atmósfera; la BECCS al basar toda la argumentación de su sistema en el hecho de que las plantas absorben CO2 y que el CO2 que produzca la BECCS será absorbido por las plantas, es bajo todo punto de vista, una forma de pensar que parte de un gran error y de una lógica equivocada. Pues “la BECCS no logra reconocer que si la bioenergía no fuera producida, en los campos y en las tierras, las plantas y los árboles crecerían de todos modos, y las plantas continuarían absorbiendo carbono y ayudarían a reducir el carbono en el aire”. Por lo tanto, el resultado que se asume y que se impone desde el enfoque de las BECCS es el de una “doble contabilización al crédito de la bioenergía para la reducción de dióxido de carbono de la atmósfera”.
 
 
La BECCS al partir de la falsa premisa de que la bioenergía captura CO2 a través del crecimiento de las plantaciones agroindustriales para la biomasa, y argumentando que las plantas a medida que crecen absorben CO2, no es sólo un error de doble contabilidad, es un engaño. Engaño sobre el que se asienta el proyecto de reducción de CO2 de la BECCS, que no es otra cosa que quemar el planeta para supuestamente enfriarlo. Es una completa artimaña tecno-financiera, pues resulta que esta función, de todos modos, ya la vienen cumpliendo los bosques, las selvas, las praderas. La pregunta que surge es: ¿se justifica destruir el planeta con desiertos verdes, dedicados a la producción de biomasa que será quemada en las centrales eléctricas, con el supuesto propósito de capturar CO2 para reducir los niveles contaminación de gases de efecto invernadero de la atmósfera?
 
 
La European Environment Agency (EEA) Scientific Committee en el documento de análisis “Greenhouse Gas Accounting in Relation to Bioenergyasegura que “la sustitución de energía fósil por biomasa no reduce, en sí mismo, las emisiones de gases de efecto invernadero de los tubos de escape o de las chimeneas. La quema de una tonelada métrica de madera seca en el horno de una central, por ejemplo, libera a la atmósfera aproximadamente 1,8 toneladas de CO2”. Por esta razón, se debe tener en cuenta que mientras los combustibles fósiles relacionados con las emisiones de carbono se reducen, la combustión de biomasa da como resultado sus propias emisiones de CO2.
 
 
Por consiguiente, los resultados de la doble contabilización de la absorción de CO2, ignora el hecho de que utilizando la tierra para producir biomasa y luego quemarla para convertirla en energía eléctrica o calorífica, significa que esa tierra no va a producir vegetación y árboles para otros propósitos, incluyendo la captura de CO2.
 
 
En el caso de que la producción de bioenergía sustituya los bosques, selvas, praderas o que interrumpa el crecimiento natural de los bosques, se produciría mucho más concentración de CO2 en la atmósfera. De la misma manera, si los desiertos verdes desplazan a los cultivos que son dedicados a la producción de los alimentos, la bioenergía conduciría irremediablemente a hambrunas. Y también se aumentarían las emisiones de CO2 como resultado del cambio en el uso de la tierra, lo cual está demostrado científicamente Al contrario de lo que pasa con el uso intrínseco de bioenergía en la BECCS, si las reservas forestales y los cultivos dedicados a la alimentación no son sustituidos por la bioenergía, las capturas de CO2 de la atmósfera aumentan.
 
 
El plan que formula la BECCS para reducir CO2 en la atmósfera implica necesariamente que se tendría que aumentar la cantidad total de árboles y plantas existentes, y al mismo tiempo, como opción energética, debe poner a disposición en los hornos de las centrales eléctricas más árboles y más plantas para ser quemados. Preservar el medioambiente, evitar el calentamiento global, reducir las emisiones de CO2, y al mismo tiempo, disfrutar de los beneficios de los ecosistemas sin sacrificar las necesidades humanas y de otras especies, no hace parte precisamente de la economía verde implícita en la BECCS.
 
 
De igual modo, sostener como lo hacen los promotores de la BECCS de que ésta, se puede solventar a través de los residuos y desechos de la biomasa, para uso industrial de la bioenergía, es acudir a argucias tecnológicas insostenibles. Esta sutileza energética no se puede enmascarar tras malabarismos tecno-científicos. Ni basta con declaraciones de buenas intenciones. Pues, precisamente, es a través de la descomposición natural que realizan los microorganismos en todos los “residuos” y “desechos” en los suelos forestales los que contribuyen a la creación de la vida en todas sus manifestaciones y a la captación de CO2 como cierre biológico del ciclo natural. La naturaleza no produce residuos ni desechos. No basta sólo con declaraciones retóricas maquilladas de resilientes.
 
 
Hoy la resiliencia se ha convertido en la nueva tendencia ecológica predilecta, y ahora tan en boga, de las instituciones internacionales, empresariales y de los centros de consultoría ambientalistas, que promueven la economía verde. La resiliencia en manos de la economía verde ha sido contaminada y tergiversada, a tal punto, que puede llevar a la confusión. Si antes todos los programas de estas instituciones eran “sostenibles” ahora todos son “resilientes”. Para esta institucionalidad la resiliencia es sólo una herramienta de diagnóstico, enfocada únicamente al ámbito de la capacidad de resistir, adaptarse y de recuperarse a perturbaciones medioambientales establecidas bajo criterios lucrativos y no eco-sociales. Llevando el punto de no retorno de los ecosistemas al extremo límite, de tal modo que prevalezca el espacio para los beneficios del capital. Bajo las tesis de la economía verde, los desiertos verdes se han convertido en “espacios bioenergéticos resilientes”. Los sistemas de transporte urbanos tecnificados, inteligentes y operados por un mix-energético “renovable” en “sistemas de movilidad resilientes”. Los programas urbanísticos, construidos bajo modelos arquitectónicos de  rascacielos con techos verdes, para poblaciones y actividades económicas densamente concentradas, en “urbanismo resiliente”.
 
 
Las posibles consecuencias de este error de doble contabilidad de la bioenergía son alarmantes. Partir de la suposición de que toda quema de biomasa no añade dióxido de carbono a la atmósfera puede traer peligrosos y arriesgados efectos. La EEA Scientific Committee afirma que una variada elaboración de informes sugiere que la bioenergía podría o debería proporcionar entre el 20% el 50% de las necesidades energéticas de mundo en las próximas décadas. En términos de destrucción medioambiental esto representaría con relación al consumo actual de energía, que si se quisiera producir un 50% de la energía global, se requerirá del uso de 692 millones de hectáreas de tierra que tendrían que ser dedicadas sólo a plantaciones de desiertos verdes. A esto se agrega otro elemento que es de vital importancia con relación a la energía, y que es imprescindible tener en cuenta: la Tasa de Retorno Energético (TRE). La TRE para la biomasa es mucho más baja que la de los hidrocarburos. Esto significa que se necesitarían cada vez más hectáreas para plantar desiertos verdes con la vana ilusión de poder sustituir la carencia de hidrocarburos.
 
 
Las metas energéticas de los escenarios BECCS propuestos desde las instituciones internacionales, las multinacionales, la banca, la industria y al mayor parte de gobiernos, requeriría doblar o incluso triplicar la cantidad total de material vegetal actualmente extraída del planeta tierra. Este aumento en material cosechado competiría con otras necesidades vitales, como el suministro de alimentos para una población mundial creciente y, a su vez, sometería a graves e impredecibles presiones a los todos los ecosistemas terrestres y por ende a los ecosistemas marinos. De hecho, actualmente la producción de alimentos y el uso de la tierra para las necesidades y el bienestar humano, ya ha excedido todas las fronteras límites, causado enorme pérdida de hábitats al afectar aproximadamente el 75% del total de las tierras libres de hielo y de desierto del planeta. A la par de esto, se presenta un incremento en el agotamiento y en la disposición de agua dulce; y  a su vez se liberan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, y se está envenenado el planeta con ingentes cantidades de agroquímicos.
 
 
En cuanto a los puntos 3 y 4 del plan 4 para 2oC de la AIE solamente en este análisis se hará una referencia muy somera de ellos.
 
 
En lo que respecta a la minimización de las emisiones del gas metano (CH4) procedente de la explotación de gas y petróleo, es crucial resaltar que a raíz de las explotaciones del gas y petróleo esquisto estas emisiones han aumentado de manera exponencial. La técnica de extracción que se está utilizando conocida como fractura hidráulica (hydraulic fracturing o fracking en inglés) está causando mucha controversia y rechazo a nivel mundial por que es altamente contaminante y destructiva del medioambiente. 
 
 
Las compañías petroleras y gasíferas se han visto forzadas por la escasez de hidrocarburos de fácil extracción, a explotar yacimientos con menos cantidad de reservas, en sitios inhóspitos, con menos calidad energética, y con tecnologías altamente destructivas y contaminantes del medioambiente. Como consecuencia del real agotamiento de las reservas de gas y petróleo, la industria de los hidrocarburos están acudiendo a una serie de tecnologías, de métodos de exploración y de extracción no-convencionales, a uno de estos se le conoce con el nombre de fractura hidráulica. Este procedimiento técnico está contaminando extensas zonas y causando grandes destrozos irreparables en el medioambiente. Por tal motivo, plantear que la industria del petróleo y del gas va centrar esfuerzos y recursos en la disminución de las emisiones de metano es un sinsentido, pues hoy este sector industrial está centrado en explotar lo más rápido posible y con el máximo de rentabilidad económica, los pequeños yacimientos que encuentran.
 
 
Esperar que la industria de los hidrocarburos reduzca para 2020 las emisiones de gas metano (CH4) a la mitad es una ilusión. Lo único que cabe esperar es que las emisiones de CH4 aumenten como resultado de la fiebre del fracking despertada a nivel mundial por la explotación de gas y petróleo esquisto, animado por parte del capital especulativo y de las compañías petroleras y gasíferas. Fiebre que ha incentivado la falsa esperanza de que los países que implementen esta técnica pueden alcanzar la “independencia energética”. Como resultado de ello, la lógica del mercado, y la burbuja energética del “shale gas and shale oil”, simplemente conducirá a que las emisiones de gas metano se incrementen en los siguientes años. Las emisiones de gas metano (CH4) en 2010 representaron unos 1,1 Giga-toneladas de CO2 equivalente.
 
 
Este espejismo del “shale gas and shale oil” no va a llevar, como se afirma, a la “independencia energética”. Por el contrario, los distintos estudios y la propia realidad están demostrando que se está aumentando la contaminación y las emisiones de gas metano. Hecho que se puede constatar a través de dos fuentes: la primera muestra como en EE.UU. se quema en la boca de los pozos de gas o petróleo esquisto ingentes cantidades de gas a tal punto, que una imagen satelital de la NASA, muestra la magnitud de la quema de gas en los campos de Bakken oil fields, en Dakota del Norte, y que es tan brillante como la luz emitida por ciudades como Minneapolis o Chicago. En este solo campo se queman 266,000 millones de pies cúbicos de gas por día. Acá se puede ver imagen de la NASA.
 
 
La otra fuente es un estudio de realizado por J. David Hughes titulado: “Drill, Baby, Drill: Can Unconventional Fuels Usher in a New Era of Energy Abundance?”, el cual dilucida los problemas y la burbuja económica y energética del gas pizarra y la explotación a través del fracking. Otras fuentes de información sobre el tema son los documentales “Gas Land” de Josh Fox, en los que muestra el grado de contaminación y la destrucción tan atroz producida por el gas pizarra: Gas Land 2010 y Gas Land Part II.
 

Quema de gas en Bakken oil fields, en Dakota del Norte, EE.UU.
Foto de la NASA.
 
 
 
 
 
En relación a la eliminación de las subvenciones al consumo de los combustibles fósiles, con ello, según la AEI, se evitaría la emisión de unos 360 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera en 2020, recursos que a su vez permitirían la aplicación de medidas de eficiencia energética. La AIE hace referencia a que este monto anual a los subsidios a los combustibles asciende a 530.000 millones de dólares, y que esta suma es seis veces más alta que lo aportado a las energías renovables.
 
 
Por ser este un tema de grandes dimensiones y de unas repercusiones enormes merece un estudio especial. Por lo tanto, acá se harán solamente unos cortos comentarios. Naturalmente que se debe suprimir los subsidios a los combustibles fósiles. Las medidas deben estar dirigidas tanto al consumo como a la exploración, explotación y a toda la industria de los hidrocarburos. Lo llamativo de la propuesta de la AIE es que sólo hace referencia a los subsidios al consumo de combustibles fósiles, sin hacer referencia a los subsidios que recibe la industria de los hidrocarburos a lo largo de toda la cadena. Cadena de subsidios que se inicia desde la investigación, y que continúa por la perforación, explotación, transporte, comercialización de los hidrocarburos y que llega hasta los combustibles como producto final, y a otros productos derivados de estos.
 
 
Estos subsidios pueden ser mucho más significativos que los subsidios al consumo. Si de verdad se quiere combatir las emisiones de CO2, un primer paso es acabar con todo tipo de subvenciones a los hidrocarburos, y en especial, estos, se deben suprimir a las empresas e industrias nacionales y multinacionales dedicadas a la explotación de hidrocarburos. Según el Fondo Monetario Internacional en un reciente informe de enero de 2013:Energy Subsidy Reform: Lessons and Implicationscalcula que en 2011 el mundo ofreció a la industria de los combustibles fósiles subsidios por la suma de 1.3  billones de dólares.
 
 
Además existen otros tipos de subvenciones y de prerrogativas para la industria de los hidrocarburos a la lardo de la cadena que están enmascaradas en contratos leoninos, excepción de impuestos, no pago de impuestos, falsos informes de producción, reducción de impuestos, militarización de los oleoductos y gasoductos costos que por regla general corren a cargo de los países que poseen las reservas; militarización de las rutas marítimas, así como de gaseoductos y de oleoductos;  también está lo que conoce como “externalidades”, cuyos efectos contribuyen al calentamiento global, en la salud pública a través de los efectos adversos y a la polución local, en accidentes y en la congestión del tráfico y en la destrucción de vías y del medioambiente.
 
 
A manera de conclusión se puede señalar que el escenario 450 ppm o 2oC que promueve la AIE y otras instituciones internacionales, deja al descubierto varios asuntos que deben ser tenidos en cuenta de tal manera que nos permita sopesar las consecuencias, a la que nos puede llevar un escenario lleno de incertidumbres. Y además, a asumir una posición crítica frente a esos propósitos, del tal forma que evitemos caer en la tentación de apoyar un escenario que es ecológica, social, energética, ética, y económicamente insostenible e insustentable. Pues este es un escenario que invita a poner en llamas el planeta para enfriarlo como opción al calentamiento global y al cenit del petróleo.
 
 
1.       El cenit del petróleo es una realidad que ya no es posible ocultarla. La AIE nos está diciendo, sin proponérselo, que nos debemos preparar para un mundo en el que se contará con menos hidrocarburos. Que el último refugio, ante el fin de la era del petróleo, es acudir a la biomasa.
Recurrir al uso de la biomasa es un regreso energético de más de tres siglos, pero con un agravante: que los procedimientos para esa transición energética regresiva no son sustentables, ni mucho menos son “energía limpia”. El camino propuesto es destruir todo el planeta para sustituir los hidrocarburos como energía primaria, bajo el paraguas de la Bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (BECCS).
 
 
2.       La esperanza puesta en las energías renovables como solución a la crisis energética por la que estamos atravesando encuentra cada día nuevos y vastos obstáculos no fáciles de resolver: técnicos, económicos, de recursos físicos y energéticos, de TRE y de tiempo, medioambientales y de sustentabilidad. Sustituir al petróleo como savia de la sociedad actual y como eje de un crecimiento sin límites en un planeta con límites, no sólo es complicado e improbable sino que es además una ilusión alimentada por el espíritu tecno-científico optimista de la economía verde.
 
 
La disponibilidad de energía, en especial el petróleo, ha sido crucial en los últimos dos siglos de la humanidad para el desarrollo acelerado de la sociedad y de su complejidad. Contar con este tipo de energía permitió y contribuyó al avance de la compleja sociedad tecno-científica actual. Del mismo modo, pero en sentido inverso, el agotamiento de las reservas de petróleo a nivel mundial conducirá a estadios sociales menos complejos. La carencia y la imposibilidad de acceso a esa prodigiosa energía será un decisivo elemento en la pérdida de complejidad para la sociedad global en su conjunto, que a su vez, acelerará de forma exponencial el colapso de la sociedad tecno-científica que hoy conocemos. El agotamiento del petróleo que se está experimentando avivará muchas, variadas e impredecibles crisis que a su vez serán un acicate en la pérdida de roles sociales y en el colapso societal. Es difícil imaginar las consecuencias del colapso en ciernes, pero de algo de lo que podemos estar seguros ahora, es que éste será de dimensiones globales y multidimensionales, y puede arrastrar a las sociedades humanas a realidades catastróficas imprevisibles.
 
 
3.       El escenario 450 ppm y sus patrocinadores proponen que el mecanismo apropiado para combatir y mitigar el calentamiento global antropogénico, es la captura de los agentes causantes de éste, en los tubos de escape y en las chimeneas. Es decir, en la fase final de todo un proceso extremadamente contaminante e insostenible.
 
 
Es ostensiblemente revelador, que estas instituciones internacionales y la mayoría de gobiernos, no establezcan, como pilar energético y medioambiental, combatir de manera apremiante las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero en su fuente de origen: reducir el consumo y quema de hidrocarburos y de biomasa.
 
 
Lo sensato es emprender de manera urgente la disminución del uso, consumo y dilapidación de los hidrocarburos y de biomasa a nivel global, en especial en los países mal llamados desarrollados. Es más fácil, más económico, más sostenible y sobre todo menos agresivo con los ecosistemas y la vida en el planeta, enfrentar las emisiones de gases de efecto invernadero en la fuente de origen: disminución del consumo de hidrocarburos y de biomasa.
 
 
4.       La tecnología BECCS plantea serias preocupaciones científicas, ecológicas, sociales y económicas como para que la humanidad comprometa el futuro de la vida en planeta en una opción diseñada por los propagadores de la economía verde. Hoy, la humanidad no cuenta de margen, ni tiene la posibilidad de caer en la incertidumbre.
 
 
Acudir como opción energética primaria al uso de la biomasa a gran escala para que sustituya a los hidrocarburos, no es otra cosa que quemar el planeta con el falso argumento de que se está, de esa manera, combatiendo el cambio climático.
 
 
El diseño piromántico de la BECCS, incubado en laboratorios bancarios y  empresariales, es completamente demencial y antagónico al diseño paciente de la naturaleza, a la que le tomó millones de años tejer con destreza variados, ricos, exuberantes y complejos ecosistemas interdependientes.
 
 
Si continúa el obcecado avance de los desiertos verdes, los ecosistemas, que hoy conocemos y que son fuente de vida misma, podrían ser sometidos a la extinción como resultado de la contaminación, la destrucción y la voracidad de los insaciables hornos de la tecnología BECCS.
 
 
5.       El colapso medioambiental al que nos está conduciendo el modo de producción capitalista y la economía de mercado, bajo la premisa del crecimiento infinito y del business as usual, será inevitable si la humanidad en su conjunto no inicia un proceso de transición hacia una sociedad basada en un bajo consumo energético de hidrocarburos y de biomasa, y de recursos naturales.
 
 
Adaptando energéticamente el efecto Séneca, podemos decir, que al contar con energía como la del petróleo el crecimiento de la complejidad económica y social es rápido, pero sin ésta, la ruina y caída en picada es vertiginosa.
 
 
La transición de la actual sociedad compleja tecno-científica basada en el uso de la energía solar acumulada: hidrocarburos y biomasa, a una sociedad  sustentable, resiliente, solidaria, deberá contar con por lo menos con los cuatro siguientes ejes de travesía:  
a.       Bajar el consumo energético. Acelerar el proceso de reducción del uso de combustibles procedentes de los hidrocarburos y de la biomasa. Suspender urgentemente el uso de la energía nuclear. Suprimir el complejo militar industrial. Será necesario plantearlo conjuntamente y de manera imperiosa, y que nos tome por sorpresa.
b.      Preparar a nuestras comunidades, pueblos y campos para poder hacerle frente a los severos impactos que vendrán, acompañados con el fin del petróleo y las consecuencias del cambio climático global.
c.       Actuar de inmediato de forma colectivamente y solidaria. Impulsar iniciativas locales.
d.      Incrementar amplias relaciones de interconexiones sociales y humanas. Tener presente que la esperanza de que la vida tenga una oportunidad en el planeta, yace en las manos laboriosas de las comunidades y pueblos, y se gesta en el seno de las organizaciones sociales, indígenas y populares, y habita en todos los empobrecidos y desheredados del planeta.

 

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